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Día del Trabajo: Formados para el Empleo

Solo 1 de cada 10 jóvenes con discapacidad tiene empleo, según los datos del Informe elaborado por la Fundación Adecco. Unos datos que muestran que todavía queda mucho por hacer para conseguir la plena incorporación de las personas con discapacidad al mercado de trabajo.

Desde la Fundación Garrigou, lamentan estos datos y piden una mayor colaboración entre los sectores públicos y privados para reducir al máximo esta brecha.

Sin embargo, más allá de las cifras, detrás de cada joven con discapacidad intelectual que consigue un puesto de trabajo hay una historia de formación, apoyos y esfuerzo que en las próximas líneas vamos a analizar repasando las opciones formativas que se presentan ante los alumnos con necesidades especiales cuando alcanzan la adolescencia.

Los primeros pasos

Con 16 años, en los Centros de Educación Especial, comienza la etapa de Transición a la Vida Adulta, que como su nombre indica busca encaminar al joven con discapacidad intelectual hacia una vida autónoma y con una mayor integración social. Para ello, los contenidos que se trabajan son funcionales y prácticos con el fin de dotarles de las herramientas necesarias para desarrollar actitudes laborales básicas. A diferencia de otras etapas, los alumnos de TVA trabajan por ámbitos: Académico-funcional; integración social y comunitaria; autonomía y formación y orientación laboral. Es en este último donde están incluidos los talleres en los que el modelo de trabajo se asimila al ámbito laboral.

“Los días de taller, la organización es distinta al resto de horas lectivas para darle un enfoque más parecido a un centro de trabajo”, explica Ana Corredera, jefa de Estudios de Transición a la Vida Adulta y Programas Profesionales del CEE María Corredentora, quien incide en que el objetivo principal de esta etapa es potenciar su autonomía al máximo, tanto en el trabajo en el aula como en las jornadas de talleres.

 En los diferentes talleres se trabajan aspectos como tareas administrativas (Taller de Gestión) creatividad y destreza en el manejo de materiales (Artesanía, Cerámica e Ilustración), tareas

propias de la hostelería como servir cafés, entregar pedidos, trabajo con dinero (Taller de Kiosco), plantación de semillas, cuidado del medio ambiente (Taller de Jardinería), Educación Vial, uso del transporte público (Taller de Vida Independiente en el Entorno) limpieza, cocina y cuidado de la vivienda (Taller de Vida Independiente en el Hogar). “Al pasar por todos los talleres adquieren una formación polivalente, desarrollando las destrezas y habilidades de cada uno de ellos que les ayudarán en su futuro laboral”, añade Corredera.

Los alumnos que terminan su escolaridad en la etapa de Transición a la Vida Adulta realizan en las últimas semanas de curso las prácticas. Ana Corredera señala que el futuro de estos jóvenes es en muchas ocasiones los Centros Especiales de Empleo que son subcontratados por empresas para realizar los trabajos rutinarios, manipulativos y mecánicos.

 “Este año, de forma excepcional, se han establecido tres grupos que se conectarán on line con el Centro Especial de Empleo de la Fundación Prodis con el fin de que se vayan habituando a las actividades y a sus compañeros. Desde el Colegio, hay reuniones de los tutores con los responsables del Centros Especiales de Empleo en las que se les informa del perfil del alumno, las estrategias de trabajo a utilizar. Los padres también son informados y al final del curso desde el Centro se envía a Prodis el informe de escolaridad del alumno. Una vez en el Centros Especiales de Empleo, los jóvenes cuentan con un tutor que les realiza un seguimiento personalizado y les ayuda a sentirse más seguros”.

Tras Transición a la Vida Adulta, “aquellos alumnos que tiene buen perfil académico y unas buenas habilidades sociales pasan a la etapa de Programas Profesionales en la que tienen asignaturas diferentes a todo lo que han dado hasta el momento”, explica Piedad Benito, coordinadora de Programas Profesionales del CEE María Corredentora.

En este centro se imparte un Programa Profesional en Auxiliar Administrativo, por lo que las asignaturas están enfocadas a esta formación (Técnicas Administrativas Básicas, Prevención en Riesgos Laborales, Archivo y Comunicación, etc.) Rosa Pérez, profesora del primer curso del Programa explica que el planteamiento de la etapa es “la creación de una empresa de reprografía para que los alumnos gestionen los pedidos desde el principio hasta el final. Desde el trabajo más práctico hasta el más organizativo como rellenar la hoja de pedido, la entrega del albarán, la relación con el cliente…”. Pérez añade que en esta etapa hay dos profesoras en cada uno de los cursos porque a las asignaturas propias de la etapa se unen aquellas más específicas de la rama Administrativa”.

“Le damos mucha importancia a la responsabilidad, el trabajo en equipo, la conducta asertiva, la puntualidad. Se incide en aspectos como el cuidado de la higiene y la propia imagen, la autonomía”, señala Belén Espín, profesora de 2º curso de PP. “Tienen que llegar realmente preparados”, añade Piedad, quien explica que “con todas las barreras que se encuentran por el camino, es necesario que una vez que tienen la oportunidad de acceder a un puesto de trabajo su formación sea muy completa para que no haya un retroceso en su camino. Por eso, son tan importantes las habilidades sociales, para que sean capaces de realizar las tareas y asumir los éxitos y fracasos que todos nos encontramos en un entorno laboral”.

Una vez completada esta etapa, los alumnos reciben un título acreditativo y es el momento de decidir si continúa la formación superior. “Programas Profesionales no es el destino, es el punto de partida para muchos alumnos, igual que para otros lo es Transición a la Vida Adulta”, apunta Piedad, quien explica que “lo que se busca es la inserción de la persona para que desarrolle su vida donde sea feliz, sea en un entorno laboral u ocupacional”.

La vida fuera del centro escolar

Completada su Educación en el Centro, es momento de que cada alumno busque su camino. Una opción para muchos jóvenes con discapacidad intelectual es la Fundación Prodis debido a la oferta con la que cuenta en programas formativos superiores, ajustados a los intereses y expectativas de los usuarios.

“La formación para el empleo en Prodis se compone de tres programas formativos consecutivos, previos a la incorporación del trabajador al mercado laboral normativo”, explica Lola Izuzquiza, directora de la Cátedra de Patrocinio UAM- Fundación Prodis. Una entidad en la que el leitmotiv es “la consecución de la inserción en ámbitos laborales ordinarios”.

El primero de estos títulos de los que habla Lola Izuzquiza es el Programa Avanzas, “curso preuniversitario de un año de duración cuyo fin es contribuir al desarrollo de competencias y madurez necesarias para que los alumnos puedan acceder a un título universitario.  Tras él, llega el Programa Universitario Promentor que permite que, tras dos años académicos, los estudiantes obtengan un título universitario gracias a la Cátedra de Patrocinio UAM- Fundación Prodis. “Actualmente, de todos los jóvenes que han pasado por el programa, 140 están trabajando con un índice de empleabilidad del 89%. Cada año, el Servicio de Empleo con Apoyo realiza 45 nuevas incorporaciones en empresas, tanto a nivel de prácticas formativas como de contratos de trabajo. El 83% de estos contratos son formativos, y el 37% de ellos llevan trabajando más de 7 años”.  El programa Promentor es referente en España y en Europa, y en los últimos años quince universidades públicas de todo el país han puesto en marcha programas similares.

Al finalizar Promentor, los graduados cursan el Programa Empresa, un título post universitario que se desarrolla en un entorno empresarial. “Una de sus características- explica Lola- es la participación de los directivos de empresas colaboradoras con Prodis en la formación. Esto conlleva un mayor valor de esta formación, a la vez que aporta más sensibilidad hacia la diversidad en el mundo empresarial”.

Las historias de Rodrigo y Álvaro

Rodrigo Baltasar tiene 28 años y lleva cinco trabajando en Banco Pichincha entidad en la que realiza tareas administrativas en el Departamento de Recursos Humanos. “Ahora trabajo en el ordenador y destruyo documentos. Antes también repartía la valija, pero con el COVID he dejado de hacer ese trabajo”. Asegura que le gusta trabajar y que sus compañeros “son muy amables, me aprecian, me quieren”. Rodrigo estudió el Programa Empresa y al terminar comenzó unas prácticas que después se convirtieron en un contrato de trabajo.

Álvaro de la Rosa trabaja en un Forus Deporte y Ocio donde realiza tareas como fotocopias, envío de correos, control de los centros deportivos con los que trabaja la empresa. Para Álvaro, los compañeros también son un punto muy positivo. “Llevo trabajando desde 2019 y estoy muy contento, me lo paso muy bien con mis compañeros”.

Historias como las suyas son cada vez más frecuentes, pero todavía queda mucho por hacer explica Lola Izuzquiza: “El porcentaje de personas empleadas con Discapacidad Intelectual sigue siendo inferior al de otro tipo de discapacidades como la auditiva o motora. Sin embargo, según un estudio que publiqué hace años, se demostraba un alto grado de satisfacción por parte de los empleadores. Actualmente, más empresarios y sectores están familiarizados con la Discapacidad Intelectual, gracias a todas las labores de visualización y sensibilización que se desarrollan desde todas las entidades”. Que el viento siga soplando en esa dirección y las cifras con las que comenzábamos el reportaje cambien es cosa de todos.